Cuando la conservación del entorno natural se convierte en una norma de la cultura y los espacios humanos se reorganizan constantemente, se abren debates sobre el hombre en la naturaleza, su tendencia cultural de gobernarla y conservarla para un beneficio recíproco. Este progreso de la civilización, que va del hombre natural al hombre destructor y luego custodio de la naturaleza, supone un replanteamiento constante de nuestra capacidad de crear espacios, aunque sea de forma artificial, como re-construcción. Se vuelven por tanto necesarios los especialistas que aporten una visión integral del entorno: es ineludible la suma de disciplinas de orden humanístico. En su sentido clásico, Roberto Duato Veyrat podría calificarse de humanista porque, conociendo el desorden propio de la naturaleza y el desgaste de sus recursos por parte del hombre civilizado, aporta un vasto conocimiento, no sólo del entorno sino de todo aquello que interviene en su provecho. Roberto Duato es Arquitecto Paisajista, pero en realidad podría denominarse también filósofo, antropólogo, sociólogo o político del paisaje, aunque de hecho, el nombre paisajista contenga en su definición simbólica todas estas disciplinas. No en vano es nieto de Edmundo Veyrat, (1909-1971) creador de numerosos parques y jardines tanto en España como en el extranjero, considerado por diversos autores como uno de los mejores diseñadores en este campo, con gran altura técnica y maestría y que desarrolló un gran trabajo en el campo del paisajismo y la jardinería. Roberto Duato conoce por tanto de antiguo el arte de la transformación de los espacios urbanos, la corrección de paisajes rurales y la preservación del patrimonio histórico, mediante un trabajo de artesano. De hecho, sus bocetos son acuarelas de taller, cuadros casi impresionistas, proyectos como de otra época. El verbo proyectar es para él de suma importancia: tener proyecto, según Duato, es mejorar en la observación, significa precisar, hacer paisaje. Es por ello que a través de la mirada del paisajista se percibe el mundo real y el cultural, se vuelven simultáneos.
Sus proyectos abarcan el territorio español y el internacional, Duato es miembro de la International Federation of Landscape Architects, del Urban Land Institute y de la Asociación Española de Paisajistas; asiste a jornadas y es ponente por todo el mundo sobre temas de urbanismo, paisajismo y medio ambiente. Su premisa de trabajo es que la reflexión sobre el paisaje conduce a la mejora del mundo que habitamos, a la prosperidad de personas y naturaleza en convivencia y, sobre todo, a la supervivencia ecológica. El paisajista acerca, conserva y participa, pero ante todo planifica con la ética como principal herramienta: hay que atender al lugar y a la tradición por encima de las eventualidades y las urgencias. Aunque sus trabajos permiten casi siempre total libertad de creación (entendida como la aportación de su mirada), como lo son la rehabilitación del patio de la Casa Decor de Valencia -un palacio del s. XV-, los jardines en Alfinach, La Cañada o Viver, entre tantas otras creaciones, en ocasiones esta libertad está al servicio de poderes y a la contingencia de los espacios, quizá es el caso del Hotel Las Arenas de Valencia en el que ha colaborado de forma total en su concepción y disposición de jardines, o los proyectos institucionales -como la fuente conmemorativa de la Copa América o el llamado "Un lugar de encuentro"-. Sin embargo, para Duato, en todos ellos el objetivo se cumple: convertir el paisajismo en el resultado de una actividad que acerca la calidad a los proyectos. Sean de carácter privado o para el disfrute público, el paisaje es concebido por él como el elemento que ha de influir en la preservación del medio ambiente. El paisajista es el resultado necesario de la cultura en su voluntad de preservación, nos devuelve lo que hemos malogrado y es precisamente la visión natural; es una especie de visionario que nos muestra la brecha crecida con el tiempo. El paisajista ve y luego crea la escenografía propicia para la conservación de la naturaleza, signo nostálgico del hombre contemporáneo.
Texto: Raquel de Diego
Publicado en: La Gaceta de los Negocios - Suplemento de Arquitectura, Ingeniería y Construcción